No ha sido éste mi primer ni segundo Seminario como asistente, yo creo que habrán sido más doce veces, se dice pronto.
Cuando el domingo, finalizado ya el Seminario, llegué a casa, me vino a la memoria este hecho y quise recordar las emociones y sensaciones que tuve aquella primera vez hace ya tantos años y me sorprendí al reconocer que ahora, al igual que al principio, lo que sentía seguía siendo lo mismo: alegría por sentirme acompañado y parte de lo mismo que otros; paz por saber y poder mirar a los ojos de los demás; generosidad por ser capaz de dar lo que un día recibí; fuerza, poder y vigor por mostrar mi lado más humano ayudando en lo que hiciera falta sin importarme los juicios; y una profunda dicha al ver que con “mi insignificante” granito de arena les pude ayudar a sonreír de nuevo.
Y de nuevo me acordé de nuestro lema, de esa frase que explica quiénes somos y qué hacemos en la Asociación Regalo de Corazón: No podemos cambiar tu vida pero sí ayudarte a vivirla mejor.